12 dic 2014


La parroquia de Viana reclama la propiedad del Palacio de Urra


Exige el respaldo del Arzobispado para gestionar con el Banco Santander la recuperación del edificio

Vista del Palacio de Urra, del siglo XVII y ubicado en la Plazuela. (ANA CENZANO)

VIANA- Aunque han pasado ya casi cinco años desde que la parroquia de Viana perdiese la propiedad del Palacio de Urra, conocido como la casa de la Acción Católica, el tema no está muerto ni para el párroco, José María Ortiz, ni para los vianeses. En las últimas semanas, el párroco está estudiando documentos notariales, actas, escrituras, etc. tratando de encontrar la fórmula que permita que la casona del siglo XVII, ubicada en la Plazuela, junto a calle Tidón, y cedida por la familia Urra en 1945, vuelva a ser propiedad parroquial.
Demanda también documentos y el respaldo del Arzobispado, apoyo que no está encontrando en la medida que le gustaría. “Necesito sentir su respaldo para emprender las acciones que permitan que el edificio regrese a la parroquia”, reclamaba. Y es que, las circunstancias que llevaron a que el palacio pasase a manos del Banco Santander han hecho que el asunto despierte polémica. Lo que comenzó como un acuerdo por el que la constructora Rial Garpe acondicionaría el edificio, construyendo viviendas en la parte superior y dejando los bajos y la primera planta para la parroquia, desencadenó en una serie de acontecimientos con un desenlace bien distinto.

En diciembre de 2006 se firmó ese primer acuerdo con presencia del abogado del Arzobispado, el entonces párroco, César González, y el constructor vianés Ignacio Riaño Marauri, de la empresa Rial Garpe. Fue necesario firmar un segundo acuerdo (enero de 2008), que recogía nuevas condiciones, necesarias para que el Banco Santander concediese el crédito a la constructora.
Entonces Rial Garpe se hizo con la propiedad. La diferencia es que este acuerdo no contó con la presencia ni la firma del párroco y el texto recoge alguna reticencia por parte de la notaria, que se refiere a la acreditación de la pertenencia de la propiedad al Arzobispado, como expone la escritura. El texto dice: “le pertenece en virtud de certificación expedida por D. Miguel Iraizon Unzue con fecha 22 de enero de 1980. No exhibe título acreditativo, de cuya falta yo, la notario, hago las oportunas reservas y advertencias legales”.
El problema para la parroquia vino cuando la constructora quebró al poco de iniciar las obras y entró en concurso de acreedores. Esto llevó a una subasta en la que el banco se hizo con el palacio por algo más de 180.000 euros y la parroquia perdió sus derechos sobre el edificio. Aunque Ortiz ha heredado el problema, ha hecho del tema una cruzada personal. “Quiero que vuelva a la parroquia y se destine a los fines para los que se cedió, que nunca fueron viviendas de lujo (como todavía reza en el cartel de la fachada), sino temas religiosos, educativos y culturales”.
EN TELA DE JUICIO Ortiz pone en tela de juicio la validez de algunos de los documentos: el segundo acuerdo, que no cuenta con la firma del párroco; las condiciones del contrato, (incumplidas, puesto que se exigían unas obras que no se han realizado); y el no haber respetado la voluntad de quienes donaron la casa, que explícitamente indican que “en ningún caso, ni por razón alguna pueden vender la casa, a nadie facultamos para esto”.
Aun con todo, asegura que no es su intención entrar en juicios y demandas, sino contactar con el banco y buscar un acuerdo. “Un proceso judicial se eternizaría y no tenemos la garantía de ganar. Mi intención es volver a adquirir el palacio a un precio razonable y acondicionarlo; mira si es poco pedir”. Sin embargo, los intentos de contactar con los responsables de la entidad han sido infructuosos. Además, siente el abandono del Arzobispado, que no ha demostrado interés por solucionar un tema en el que está involucrado al estar presente en la firma de los acuerdos con la constructora.
Ortiz asegura que hasta ahora transmite palabras de tranquilidad a los vecinos que preguntan por el tema “para que el asunto no se enrarezca, pero si la cosa no se soluciona, la gente manifestará su malestar”. Argumenta además que el edificio utilizado ahora para dar catequesis, atender a peregrinos, y otros temas religiosos “no reúne las condiciones necesarias, ni tan siquiera de seguridad. Me da miedo que un día tengamos un disgusto”. Por eso, cree que es momento de recuperar el palacio.