19 mar 2012

Muerte de César Borgia

Por Arantzazu Amezaga Iribarren, Bibliotecaria y escritora

LOS reyes de Nabarra, Catalina y Juan, perturbados por las algaradas de la facción beaumontesa al mando del viejo conde Lerín y alentadas por Fernando de Aragón con el fin de desestabilizar el reino, deciden poner al frente de sus escasas tropas a César Borgia, encargándole la misión de tomar Viana y despejar la frontera sur del territorio.


César, hijo del papa Alejandro VI, sobrino nieto de otro papa, Calixto III, de origen valenciano, tenía 31 años. Era hombre de esmerada educación, acumulando desde niño titulaciones espectaculares: obispo de Pamplona, protonotario apostólico y arzobispo de Valencia, cardenal, condotieri, capitán de los ejércitos vaticanos, etcétera, además, poseía un físico espléndido en el que despuntaban sus ojos castaños y sus cabellos rojizos. Su temperamento, debido a esto y como correspondía a un hombre que vivía de la guerra, era arrogante e insolente. Decano de mil aventuras, prisionero del rey de Francia, Carlos VII y de Fernando de Aragón, de cuyas prisiones logró huir de forma novelesca, y recala en Pamplona por estar casado con una hermana del rey consorte, Juan de Albret.

Nadie tuvo en cuenta la advertencia de los astrólogos, a los que el entonces futuro papa Alejandro consultó en Roma al nacerle este segundo hijo varón. Los nigromantes que escudriñaron en las resplandecientes bolas de cristal y en la lectura portentosa de las cartas astrales, dejaron claro que su destino sería tan brillante como fugaz. Pero a despecho de ellos, salió de Iruña con las banderolas desplegadas al viento, al frente de sus hombres, montado en un soberbio caballo de guerra, con el armamento exigido: yelmo emplumado, coraza y demás piezas articuladas que protegían el cuerpo del guerrero y solían pesar unos 25 kilos. Había que añadir a ello la espada y su vaina.

Allegado a Viana, se aposentó frente a sus murallas, comenzando el sitio. La tarde de marzo era ventosa y, a lo lejos, se anunciaba la tormenta. Poco a poco las ráfagas de viento se volvieron turbulentas, los rayos se hicieron fragorosos y los truenos retumbaban como cañones. El Ejército sitiador se cobijó como pudo, rebajando la vigilancia sobre Viana. El conde de Lerín, aprovechando la reciedumbre borrascosa, logro hacer entrar en la ciudad, por una poterna, para levantar el ánimo de sus seguidores, entre los que se contaba su hijo, una provisión de víveres a lomo de unas mulas. Cuando amaneció sobre aquel campo barroso, despejado el cielo turbulento, Borgia advirtió la estratagema del conde, entrando en un estado de hirviente cólera y, en un exceso hiperactivo, salió del portal de la Solana a campo abierto, sin poder su criado Juanicot recubrirle con los arreos guerreros, ni seguirle de cerca su guardia personal.

Cabalgó desafiante, dando voces coléricas contra Lerín, dirigiéndose en línea recta hacia la Barranca Salada, un desfiladero propicio para una emboscada. Lerín, sin reconocerlo, pero avistando desde lejos la aparatosa avanzada del caballero solitario y despechado por sus amenazas, envió a tres hombres a detenerlo. Uno de ellos lo ensartó con su espada. Y cayó muerto el hombre de los cabellos rojos y del destino brillante y fugaz, mordiendo el polvo de su desdicha, cumpliendo su divisa: Aut Caesar aut nihil/ O César o nada.

Lerín, que fue condestable de Navarra, supo poco después de la liquidación de su arrogante enemigo, el nuevo condestable, pero a él también le tocaba, con sus 70 años y debido a los últimos pactos, camino del exilio. Muere meses más tarde, en Aranda de Xareque, protegido por Fernando de Aragón. Dejaba a su hijo Luis la encomienda que en toda su vida guerrillera y malévola -en que no se dio tregua- pudo conseguir: la conquista de Nabarra para Fernando, aunque lo negara en su última hora. Quizá es que, tortuoso y nefando como era, quiso el reino para sí y, al no tenerlo, lo vendió.

Al cadáver de Borgia lo trasladaron a lomo de su caballo hasta Viana. Lo enterraron en la iglesia parroquial de Santa María y Juan Albret presidió sus exequias, como correspondía a un hombre al que nombró condestable y dirigió su Ejército, aunque fuera por pocos días.

Consumada la conquista del reino, se recolocaron los restos del desafortunado guerrero a la entrada de la iglesia para que fuese pisoteado por los fieles, por lo que denominaron su acción traicionera (?), cosa que no fue. Pudo morir víctima de su arrebato, pero defendía la soberanía de un reino con la única arma de que disponía y por la que le eligieron en la encomienda: su actividad militar.

Con la muerte de César Borgia, aquel 12 de marzo de 1507, los reyes de Nabarra perdieron una oportunidad de oponerse a los ejércitos invasores que, con la venia de una bula amañada de un papa enemigo de los Borgia, pero tan guerrero como ellos, dispuso la Corona soberana de Nabarra para quien la arrebatara, dando paso abierto a la conquista de nuestro reino, en 1512.

1 comentario:

  1. cuidado con las faltas de ortografia navarra es con V y en euskera nafarroa o nafarra pero a que vine poner unas con b y otras con v?????? por favor no seamos ignorantes

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